Muchas especies animales dependen muy estrechamente de su flora intestinal. Por ejemplo, sin ella, las vacas no serían capaces de digerir la celulosa ni las termitas de alimentarse de madera, ya que es su flora intestinal la que es capaz de procesar este tipo de alimentos. En el ser humano, la dependencia no es tan radical, pero sí es importante.  Ayuda a la absorción de nutrientes y forma un ecosistema complejo que se autorregula y se mantiene en equilibrio.

La flora del adulto fluctúa a lo largo de toda la vida pues está influenciada por una serie de factores intrínsecos y extrínsecos. Las principales situaciones en las que la flora intestinal puede verse alterada son por el uso de una terapia antibiótica u otros medicamentos, por una incorrecta alimentación o cambios en la misma -por viajar a otros países por ejemplo-, a causa de trastornos gastrointestinales, alergias o intolerancias alimentarias y también, en épocas o situaciones de estrés. Cuando la flora intestinal se debilita o pierde su equilibrio, pueden producirse alteraciones intestinales como diarrea, estreñimiento, bajada de las defensas o una mala absorción de los nutrientes esenciales.

Fuente: IM Farmacia